Poéticas identitarias de a retazos

Reseña: “AURELIA por el ojo de la aguja”, del 21 de junio al 5 de julio 2019. CePIA, Facultad de Artes, UNC (Ciudad Universitaria). 

Por Gisela Cassettai y Valentina Goldraij (Equipo de Comunicación-CePIA).
Imágenes: Cristian Lindon y María Paz Herrera (Equipo RDA-CePIA).

“Aurelia (por el ojo de la aguja)” es una muestra de videopoemas presentada en la Sala de Exposiciones del CePIA. La exposición se realizó en el marco del Proyecto CePIABIERTO 2018, “¿Cuánto falta para que volvamos a casa?”, que propone un registro de lo cotidiano como espacio íntimo en el que convergen sentidos identitarios que son (re)apropiados a través del lenguaje poético. A su vez, se enmarca dentro del ciclo “Desmontaje” que incluye diálogos reflexivos sobre los procesos compositivos que presentan las producciones del CePIA.

En la sala, se van hilvanando retazos de la vida de una modista a través de la poetización de su espacio de intimidad, labor y resistencia. Mediante los videopoemas de Paulina Cruzeño y Leandro Bahamonde conocemos a Aurelia, su lugar de trabajo y de descanso, sus producciones hechas a medida de otros cuerpos. Se trata de fragmentos audiovisuales de la historia de una artesana de la tela, el hilo y la aguja. Aparecen sus elementos de corte y confección entre perros, gatos, el monte y la pregunta acerca de la belleza de los cuerpos y sus ornamentos. Su presencia se instala mediante los objetos que ocupan la sala y delinean la figura de una mujer sola… ¿sola?, ¿sola entre tanta producción, creatividad, monte, labor artesanal y construcciones de belleza? Más bien, rodeada de tela para cortar. 

Un poema se proyecta de manera simultánea en tres pantallas. En un principio, puede sentirse una leve incertidumbre sonora, aunque cálida. Se aclara una vez que quien recorre la muestra se para frente a una de las pantallas y, mientras observa las imágenes, se dispone a experimentar el primer videopoema. Así de una pantalla a otra, continúa uno de los recorridos posibles por la muestra.

Como parte del equipo de comunicación del CePIA, le hicimos algunas preguntas disparadoras a Paulina Cruzeño quien compartió algunas palabras y reflexiones en relación a la muestra y al proceso creativo. En este diálogo la autora ofrece claves interesantes para pensar la identidad, el cuerpo, lo poético y la dicotomía de lo público y lo íntimo.

De los encuentros realizados en el marco del ciclo Desmontaje, ¿qué reflexiones rescatas sobre los procesos compositivos de las producciones.

“A mi algo que me pareció súper interesante, que fue algo que señaló Cristina Siragusa, fue pensar esto de la mujer en relación a la costura como una trabajadora, ¿no?. Que si bien eran trabajos domésticos, en el sentido de que eran dentro de las casas, a muchas mujeres ese trabajo les permitió tener su propio dinero. Esto se habló un poco en general y, de hecho, en el público la mayoría eran mujeres, casi todas. Había varias que habían sido modistas. Entonces se habló bastante de eso, del registro, del trabajo, de pensar a la mujer como una trabajadora. Por otro lado, la relación de la construcción del vestido como un modo de construir una subjetividad en relación al cuerpo, en relación a la intimidad. Me acuerdo que alguien del público contó que su abuela era modista, y estaba ahí al lado la abuela (o la madre, no recuerdo, pero era alguien de su familia) y que ella era niña y espiaba por la cerradura cuando la mamá o la abuela le media los vestidos a una señora gorda. Y era todo un tema espiar eso porque había una belleza, una eroticidad en la gordura que estaba vedada, como hasta el día de hoy, ¿no? Pareciera que los cuerpos gordos no están en relación con el erotismo. Entonces eso salió mucho, la cuestión de los cuerpos, de la desnudez, del erotismo, de cómo todo eso estaba ofrecido ahi en esa instancia, en ese rato donde se encontraba la clienta con la modista. También como un pasaje de lo íntimo a lo público, porque era algo que sucedía en esa intimidad, pero que después los vestidos eran para espacios y momentos públicos. 

Claudia Huergo, previamente al desmontaje, me habia un poco forzado a pensar esta cuestión de por qué la muestra no era un homenaje. Y digo forzado porque, si bien eso estaba latente, yo no lo había pensado en esos términos y en realidad no se trata de un homenaje porque es contar un modo de existencia. Entonces no se trata de hacerle un homenaje a la modista del pueblo, sino que es contar cómo, a partir de un modo de vida, se crea una poética. Es un modo de vida que está en relación con desobedecer la hegemonía, los mandatos: una mujer sola en una quinta, sin hijos, sin marido, que cosía pero que no iba a la fiesta; que hacía vestidos de novia, pero que nunca se casó; una mujer que construyó su familia con sus amigas en un pueblo… Entonces bueno, no se trataba de hacerle un homenaje a Aurelia modista o costurera, sino que era justamente resignificar y hablar de ese modo de de vida, ese modo de existencia como una posibilidad de la potencia. Eso que podía ser leído como “la loca del pueblo”, “la vieja sola”, con todos esos significados totalmente denigrantes, podía estar visto desde la potencia, porque eso era lo que transmitía Aurelia, una potencia, una vitalidad.” 

El proyecto “¿Cuánto falta para que volvamos a casa?” propone un registro de lo cotidiano como espacio íntimo en el que convergen sentidos identitarios que son reapropiados a través del lenguaje poético. ¿La poesía crea identidad? ¿Cómo resignificaste esta idea en “Aurelia, por el ojo de la aguja”?

“Cuando me preguntan si la poesía crea identidad, yo creo que es al revés: fue la identidad de Aurelia y su modo de vida lo que creó una poética, y es desde ahí donde a mí me hace un guiño. Primero, desde la fascinación, la vitalidad, la risa, desde todo lo que te puede posibilitar cualquier vida que se abre por fuera, desde lo más marginal con toda la potencia que hay ahí. Después, en un segundo momento, puedo leer todo en clave más feminista, política y entenderlo desde una poética como potencia, como una singularización de esa experiencia que estuvo todo el tiempo trazada por los devenires de esa vida. Es su identidad y su modo de estar en el mundo lo que creó una poética propia y una poética que pudo generar todas estas cosas, a través de los vídeos, a través de los vestidos, en el desmontaje. Más allá de que una pueda identificarse, hay algo que excede y que tiene que ver justamente con alguien que está muy en relación a su deseo.

Lo primero que ingresa en el registro, es lo poético. No es que pienso el registro cotidiano mediante el lenguaje poético, como si fueran dos operaciones distintas. Es un cotidiano que está armado de modo totalmente poético y cuando digo poético, no me refiero solamente a una cuestión estética, sino también lo poético como un modo singular de hacer las cosas, como un modo singular de pensar la vida, de hacer lazos.

Lo que más me impactó cuando conocí a Aurelia, mientras hacíamos el proyecto y después durante la muestra y en el desmontaje, fue ver cómo se iban generando conexiones y lazos. Entonces, insisto, no se trata de pensar poéticamente algo como si fuera una operación aparte, sino que lo poético es el modo de estar en el mundo, de hacer lazos, ese cotidiano donde incluso la casa donde ella vivía ya era un generador de poética, una poética propia, una poética en sí misma. Y lo único que tuvimos que hacer fue contarlo. Me interesa resaltar que la clave poética está en la existencia y en la vida de esa persona. Solamente hay que dejarse atravesar.”

El intercambio con Paulina nos resulta un nuevo recorrido por la sala de la muestra, un recorrido que afirma la idea de lo poético como forma de existir más que como búsqueda estética. Su última frase, “solamente hay que dejarse atravesar”, resuena como una invitación que condensa el sentido de todo el ciclo “¿Cuánto falta para que volvamos a casa?”: la relación entre lo poético y lo cotidiano más que una creación de el/la artista, es una realidad que está dada como modo de existencia. Queda sumergirnos en ella.