Reseña: VI Foro de Producción e Investigación en Artes. 9 y 10 de septiembre de 2019. CePIA, Facultad de Artes, UNC (Ciudad Universitaria).
Por Gisela Cassettai, Julian Glave, Valentina Goldraij y Agustín Salomone (Equipo de Comunicación-CePIA).
Imágenes: Daniel Isoardi, Vanina Gottardi y Emilia Maglione (Equipo RDA-CePIA).
El 9 y 10 de Septiembre se realizó el VI Foro de Investigación y Producción en Artes, organizado por el CePIA. Las actividades estuvieron signadas por el espíritu de la creación colectiva, en donde decenas de personas se reunieron a compartir y co-crear en una búsqueda artística.
La propuesta consistió en la conformación de tres grupos, coordinados por integrantes de algunos de los proyectos del CePIA Abierto: “El oficio del montaje. Cartografía de procesos creativos entre montajistas y directores-as de la cinematografía local”, “Laboratorio de improvisación musical guiado con lenguaje de señas” y “Escritura performática: cuerpo y acción en Efímerodramas”. Quienes participaron del Foro, fueron asignados a uno de los tres grupos de manera arbitraria y recibieron una pulserita de identificación por color: verde, azul y rosa, respectivamente.
Cada grupo decidió su propia dinámica a partir de un mismo horizonte: la videoconferencia taller de Óscar Cornago en la que remarcó la situación, como instrumento de organización del espacio público y como posibilidad de construcción de nuevos relatos. Nosotres, como partes del equipo de comunicación institucional del CePIA, participamos del IV Foro y nos hacemos eco de esa experiencia. Es desde aquí que optamos por retomar el interrogante de la creación colectiva y, asumiendo la diferencia de cada mirada, intentamos llevarlo a la escritura de este texto.
En este intento, confiamos en que la escritura colectiva nos permitirá recuperar la experiencia de los grupos que intervinieron los espacios ─el modo en cómo se apropiaron de ellos, sus relatos─ y la incertidumbre que se generó por la yuxtaposición de ejercicios disímiles, de trayectorias diferentes, de recorridos singulares, que aun habiendo conformado un colectivo sumamente heterogéneo, coincidieron ─y coinciden─ en tomar al arte como un lente específico por el cual se encara realidad; un espacio desde donde se puede construir “otro tiempo posible” [1].
1.
Del tránsito por los encuentros entre artistas reunides brota y nos invade la pregunta por el hacer aquí y ahora. ¿Qué posibilidades hay de crear en contextos que se presentan a la vez como dinámicos y estáticos, fugaces y duraderos?, ¿cómo condicionan estas dicotomías las prácticas artísticas? En el marco de estas tensiones, que en algunos momentos se presentan como incertidumbres y en otros son certezas efímeras, nos comunicamos mediante el lenguaje de las cámaras, las manos, piernas y brazos, miradas; explorando métodos y lenguajes como la improvisación musical a través de señas o las partituras corporales. A veces las búsquedas de cada grupo se proyectan hacia la exposición final que cierra el Foro (¿cierra?) y en otros pasajes de la búsqueda artística, la olvidan. Una especie de oscilación. De todas maneras pensar en este encuentro parece ser un ejercicio de apertura. Apertura hacia las posibilidades de la experiencia artística colectiva y situada, de lo que podrá o no suceder. Aquí surgen los interrogantes sobre si “adecuar” o no las dinámicas que se vienen trabajando en cada grupo. Por ejemplo, el grupo de improvisación musical dirigido por señas se pregunta por la espacialidad, ¿nos encontraremos reunides en ronda? ¿se verá a la persona que dirige entre los cuerpos en movimiento?
En el grupo de cartografías se abren preguntas sobre qué recortes hacer, qué mapeos configurar, qué dimensiones de lo real abordar a partir de lo dispuesto intencionalmente para registrar, cómo subvertir la idea de fidelidad dada por el mero registro, entre otras. Las posibilidades que se debaten sobre cómo intervenir en la performance final se entrecruzan con debates más amplios que exceden la planificación sobre cómo proceder en la puesta en común como equipo de cartografías. A su vez, hay una suerte de metaregistro de fotos, anotaciones y grabaciones de la instancia de producción y reflexión del grupo.
Las maneras en que aparecemos y desaparecemos de los encuentros también son reflejo de los modos y las posibilidades de la producción artística colectiva del Foro. En ese sentido, nos superponemos y sustituímos como actorxs presentes en los encuentros. Aportamos y construimos en relación a nuestras posibilidades horarias que permiten nuestra presencia en los espacios y tiempos que dispuso el Foro para las búsquedas artísticas. También en este sentido el arte es un tiempo posible. La posibilidad de la presencia nos vuelve potencia en los procesos de interpretación y composición. Al retirarnos, dejamos nuestra presencia en forma de idea o propuesta o como huella que remite a un cuerpo que hasta hace poco estuvo allí, aportando. Estas entradas y salidas no resultan inocentes en las búsquedas artísticas.
2.
¿Es posible una metodología de lo colectivo? ¿Existe alguna fórmula que, aún considerando en sus lineamientos la autenticidad de cada situación, contenga los requisitos y pasos para llevar a cabo cualquier proyecto de forma colectiva?
Y por colectiva entendemos horizontal (sin jerarquías), equitativa en participación (a partir de una división de tareas y roles que no pretenda homogeneizar, sino hacer valer por igual las diferencias y posiciones), solidaria.
El trabajo colectivo (en cualquier ámbito, pero ahora hablamos del cooperativismo en el arte), es inevitablemente conflictivo. Entre las personas que lo lleven a cabo habrá inevitablemente diferencias, más o menos colisionantes, de toda clase. Habrá tensiones y concordancias, hay idas y vueltas y hubo quilombo, mucho quilombo. Pero el caos no es necesariamente negativo, el conflicto no es un problema. El conflicto es movimiento, suscita, es posibilidad. No creemos que haya una fórmula mágica [2], pero si hay una máxima a la que abrazarse durante todo el camino: el conflicto es posibilidad. Posibilidad de serendipias pero también de desvelos: puede derivar en el derrumbe total del proyecto o en un desarrollo fluido, dinámico, revitalizante. (Y en todos los grises posibles.)
Este VI Foro, partió desde esa máxima. O mejor: partió hacia ella. Las actividades se plantearon como puntapiés, propuestas iniciales, activadores. Se delimitó el proceso en áreas, se asignaron roles, se pautaron coordenadas de tiempos y espacios.
Vale preguntarse: ¿hubiese sido posible un foro (que reflexione sobre lo colectivo) gestado desde lo colectivo y no desde la institución? Quizás, pero ¿ese campo de lo posible se construye con lógica y razón o con experiencia? Si se permite una comparación que no viene al caso -pero siempre viene al caso-: entre el trotskismo y el peronismo hay, entre otras cosas, una gran diferencia: la pragmática, el arte de la situación [3]. Y si hay pretensión de laburo colectivo tiene que haber pragmática, tiene que haber permeabilidad a la multiplicidad de procesos que ocurran durante, tiene que haber apertura (el suficiente desapego a los ideales como para permitirles paseos y danzas, preguntas y desconciertos).
De estas consideraciones, que bien podrían seguir desenrollándose, se desprende otra necesaria reflexión: ¿puede lo institucional ser colectivo? Acaso su lógica más primitiva lo dispone exactamente en contra. La formalidad, la inevitable burocratización de modos y procedimientos (que es verticalidad), la estructuración de roles (y por tecnocracia, jerarquizados), la inercia rotulante (la necesidad de etiquetas, de un mapa de los territorios). Pero, ¿el cooperativismo no es instituyente?… Y si las instituciones no posibilitan lo colectivo (o lo permiten pero diluido, cortado): ¿por qué no abandonarlas? ¿Estamos en condiciones de hacerlo? ¿Acaso el quilombo es positivo de acuerdo a la dosis y el fundamento embrionario de toda institución es la mensuración del caos, la dosificación del quilombo?
Y por supuesto, esto que aquí atañe al mundo del hacer artístico está en las bases de todas las reflexiones en torno a la vida social. Y no es exagerado: desde un tratado comercial entre EE.UU y México a la división de tareas en una aldea; del sistema demócrata-parlamentario a la anarquía; del automático funcionamiento del sistema escolar tradicional al lobby de un hotel all inclusive en Punta Cana: todo versa, en alguna medida, sobre la cuestión de cómo convivir con esa otra persona, con esas otras personas.
3.
Martes 13 horas, el pabellón CePIA rezuma movimiento, corporeidad, diversión. La puesta en escena que se desarrolla cristaliza día y medio de trabajo, discusión y creación artística. Agrupamientos casuales, provocados por la inquietud artística, se juntan a crear con los demás: ese es el espíritu que anima el VI Foro de Producción e Investigación en Artes. Dentro de la dinámica, el sistema artístico diferenciaba tres subconjuntos, que se unían para conformar la situación que presenciaba. Los tres grupos fueron trabajando a lo largo de estas jornadas, pero dedicados a “disciplinas” diferentes del arte. El grupo rosita, coordinado por Sebastián Huber del proyecto “Escritura performática”, realizaba partituras corporales que habían diseñado ad hoc para la ocasión. “Pequeños movimientos únicos que uno inventa cuando se sensoriza el espacio”, dice Sebastián barriendo el hall con el brazo calzado de una sonrisa amigable. Les intérpretes de las coreografías programadas también tienen en cuenta para su composición la retroalimentación con el resto. Esto es sensorizar el ambiente para percibir los posibles trayectos: atracciones, desviaciones, modificaciones; esto es escritura performática interpretada desde lo corpóreo. Algo así como un sistema de trayectorias corporales que despliegan el arte de la repetición y la improvisación a partir de la relación con su entorno: con la arquitectura, pero por sobre todo con les otres.
Elles bailaban al son de la improvisación musical guiada por señas, producto de la intervención de otro de los grupos. Por elles, el ambiente era sonorizado a partir de la experimentación acústica con los cuerpos-objetos que habitaban el CePIA y se convertían en instrumentos según las diferentes señas, guiños y demases gestos de complicidad y dirección. Si les danzantes corporizaban partituras, les músicos sonorizaban coreografías guiadas por una democratización del lugar en donde se ubica tradicionalmente el orden y la unidad de los conjuntos sonoros: aquí la dirección pasaba de mano en mano, de boca en boca, como pasaban las melodías y rítmicas que iban surgiendo al calor de la improvisación cruzada por la escritura performática. A todo esto, un tercer grupo, desplegaba habilidosamente sobre el piso un papel enrollado cubriendo todo el hall central. Mientras trazaban las líneas vitales de la situación que imperaba… más que trazar, elles trasmutaban extáticos los pulsos diversos de la manación artística. Dicho documento constituiría el registro de la creación. Eso sí, no dejándose llevar por la tranquilidad de la mirada imparcial, distante, «objetiva», que suelen encarnar los registros de obras para ceder todos sus esfuerzos a algo mayor: participar de la creación, hacer del registro una cartografía de intensidades artísticas, poner de relieve la experiencia creativa y capturar en toda su instantaneidad los pulsos vitales de la criatura artística. “Electroencefalodrama” fue el resultado de un mapa catastrado in situ, un registro vívido, de un conjunto artístico organizado y codificado que emerge de la agregación de disímiles, que se unieron dos días pensando, experimentando y accionando el siguiente interrogante: ¿cómo crear con otres para hacer de lo relacional una potencia artística?
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En este pequeño ejercicio rescatamos que lo colectivo permite recoger una situación, recupera sus ideas y repensar las posibilidades de acción para la construcción de nuevos relatos, de otras maneras, traccionado por acciones inéditas que no aparecen en el acervo individual. La pregunta por ¿cómo componer colectivamente? se hizo eje de la jornadas y atravesó las partes del Foro intentando formar conjunto. Heidegger expresa que “somos seres con otres. [que] Estoy con otre involucrade en esta misma intemperie, en esta misma vulnerabilidad”. Estar vulnerable es estar abiertos al encuentro, a la posibilidad del vínculo, a la creación de redes, a construir discursos y prácticas, más o menos, acordadas. Al mismo tiempo, esta vulnerabilidad refleja el temor y recelo que tenemos hacia otres, la fragilidad del ego, su tendencia sensible a lo ajeno así como su sobrevaloración por lo propio. Quizás ahí radiquen las mayores dificultades que se presentan a la hora de sumar proyectos, fuerzas y destrezas individuales para algo mayor: plasmarlas como colectivo. Y sin embargo, qué sería de nosotres, de nuestros deseos, anhelos, alegrías y amores si no fueran compartidos. Somos con ─a partir de─ otres.
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- [1] Las comillas serán utilizadas de aquí en adelante para recoger comentarios, apreciaciones y consideraciones que fueron circulando por el foro.
- [2] O bueno: la magia existe para quien elige creer en ella, con todos los pros y contras que de esa elección (¡consciente o no!) se desprenden.
- [3] Una generalización, siempre encorsetadora y agresiva, un poco ciega, pero al fin y al cabo útil, sensualmente útil.