Primera edición, edición de primera

Reseña: Presentación del libro “Entre cortes, conversaciones con montajistas de Argentina”. 
Festival Latinoamericano de Cortometrajes CORTÓPOLIS 2017.
Jueves 5 de octubre 18 Hs. Auditorio CePIA.
Por Mercedes Noguera (mercedes.noguera@gmail.com)
Imágenes: Renzo Blanc (Cortópolis)

Lucía Torres y Mercedes Oliveira conversan con Alejandra Almirón, autora del libro Entre cortes, conversaciones con montajistas de Argentina, publicado por la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales (EDA). Las expresiones dan forma a la presentación de un libro que pretende hacer visible el detrás de escena de los editores.


Alejandra Almirón es montajista y directora cinematográfica, entre otras cosas. Define la personalidad del editor como la de cualquier creativo: basada en la intuición, en lo que siente y lo que percibe. Responde con espontaneidad y celebra el trabajo en equipo pero reconoce estar limitada por las condiciones de producción. Asegura que el cariño que circula en los procesos creativos es lo fundamental, debido a que se comparte mucho tiempo. Para ella,  tiene que haber afecto, es imposible trabajar con mala onda.

“No tengo un método preciso. Cada película es como un libro nuevo”.

Alejandra reflexiona acerca de que en realidad el montaje es escritura, escritura por otros medios. Considera que cada película es un proyecto autónomo y necesita un equipo concreto de gente. Inclusive, si le toca trabajar con el mismo director varias veces, vive esta situación como una experiencia nueva.

“Me gusta trabajar más con conceptos y con ideas que con una escaleta de montaje”.

En cuanto a la experimentación, ella se describe como una editora muy paciente con la cantidad de material; no le molesta que le traigan discos y discos. Su desafío es encontrar lo que llama un proceso de escritura: esa especie de sello personal del director. Durante la búsqueda existe una primera etapa que es la menos divertida: mirar mucho material pensando en una escaleta cero (cuando se puede) y si no, armando escenas autónomas. Según Alejandra Almirón, el momento de encontrar es cuando “el montaje está caliente. Yo le digo plano escondido: uno está buscando algo con el cursor y aparece un plano o ciertas conexiones de material que no tenía en cuenta”.

“La película a la que le guardo un cariño especial. Donde más me divertí y, sin exagerar, creo que me convirtió en montajista oficial”.

Almirón evoca a Los rubios de Albertina Carri. El trabajo encargado por el productor Marcelo Céspedes era ir armando la escaleta. Alejandra no acostumbraba a trabajar así, para ella el montaje en el documental era una búsqueda. Durante varios días sin dormir armó al pie de la letra la escaleta, es decir, la lista de las escenas que componen el relato. Cada elemento de la lista constaba de una o varias frases que describen de una manera muy puntual el contenido específico de cada escena. En algún momento sintió mucha conexión y empezó a tener ideas. Hizo una escaleta cero o un primer armado e increíblemente funcionaba porque había conectado con algo invisible que estaba en la película. Lo que ella denomina (ahora cuando dá clases) el tema subyacente: eso que no está en el guión, no está ni siquiera en el rodaje, pero está en la cabeza del director y está flotando todo el tiempo. Alejandra lo había captado.

“Esta película tiene algo particular porque funciona algo que suele no funcionar: el uso tautológico. En esta película quedó muy poético”.

En el documental Yo no sé qué me han hecho tus ojos, dirigida por Sergio Wolf y Lorena Muñoz (2003) sobre la vida de Ada Falcón, el montaje juega con material de archivo, es decir extractos de películas existentes en las que se ve a la protagonista. Alejandra expresa que le gusta mucho trabajar con lo que se llama material encontrado y que utiliza bastante ese tipo de lenguaje porque se presta a jugar dentro del guión.

Los largometrajes que dirigió fueron editados por ella, aunque contó con asesorías de montaje. Comenta que le llevaron mucho tiempo “y me hubiera sido imposible pagarle a un editor. Equipo verde (2012-2013) tuvo las turbulencias del abandono y hubiera sido una locura para el pobre editor”.

De todas formas, reconoce tener contradicciones sobre el tema de que un director edite su propia película y se refiere, particularmente, a los ensayos documentales en primera persona, porque es necesario que el director tenga mucha conexión con el material. Aunque en otros casos es necesario tener la mirada de alguien que pueda contradecir el discurso del director.

Si bien observa que el editor es un ser bastante solitario, le gusta mucho encontrarse con otros montajistas, charlar y ver películas. Uno aprende en el hacer, pero también “se aprende de todas las maneras posibles: se aprende viendo cine, viendo trabajar a alguien, con un director y se aprende encontrándose”.

Hace algunos años respetaba muchos dogmas pero hoy resalta su característica de acoplarse a cada proyecto. Está convencida que hoy por hoy todo se puede hacer:

“No hay cosas malas o cosas buenas… si con eso generas sentido y me emocionas y me contás una historia ¡Allá vamos!”.