Por Valentina Goldraij y Julián Glave (Equipo Comunicación – CePIA) Imágenes: Vanina Gottardi (Equipo RDA-CePIA)
Al comienzo de la semana, en la sala Jorge Díaz del CePIA, se oyen voces animosas que pintan diálogos coloridos en la monotonía gris de la tarde del lunes. La cita para el conversatorio se titula: “Máscaras ¿Esconder o Revelar?”. Esta pregunta atravesará toda la jornada e irá cargando de contenido el recorrido de la charla que pivotea entre la práctica teatral, la historia de la Comedia del Arte, la reflexión actoral y los modos de subjetivación que implican las máscaras como artefacto para la corporalidad. La anfitriona, Valentina Etchart Giachero coordina el encuentro conjuntamente con su equipo de entrenamiento escénico de máscaras.
Quienes nos sentimos atraídes por el interrogante sobre el rostro cubierto, personas afines al teatro, estudiantes de la UNC y público en general, nos encontramos al llegar con un papelito en el que se lee:
“Buenas tardes, muchas gracias por venir. Ojalá que nos podamos construir en un pensamiento en conversación. Que es la mejor manera de pensar. Porque pensar no es otra cosa que contestar.” Rita Segato
La lucidez de Rita propulsó a les interesades en la actividad: no se trataba de oír una clase magistral, ni de ir a un “conversatorio” en el cual hay oradores privilegiades. La apuesta era involucrarnos con voz y cuerpo en la pregunta sobre las máscaras para activar un pensamiento reflexivo y corpóreo sobre la actividad artística.
Valentina Etchart Giachero, formada tanto en Córdoba (Facultad de Artes, UNC.) como en Francia (Escuela Internacional de Teatro Jacques Lecoq), combina en su experiencia artística el entrenamiento actoral y la reflexión crítica, abordando conceptos como performance, subjetividad, corporalidad, puesta en escena, representación, enmascaramiento, emotividad, transmisión sensorial y movimiento. La convocatoria aúna a otros cuerpos de rostro encubierto que forman parte de sus proyectos, talleres, seminarios y cursos, o que llevan a cabo el entrenamiento de máscaras. En un primer momento, sus relatos se nutren de la escucha atenta de quienes habitamos la sala. Se trata, como ella dice, de un espacio para enunciar la investigación, de integrar el cuerpo con la escritura. Luego nos desarmamos en grupos que habilitan espacios más reducidos y participativos de conversación en los que se comparten experiencias, preguntas, ideas. No hay conclusiones.
La máscara como herramienta de entrenamiento escénico permite ahondar en la pregunta acerca de dónde radica lo expresivo. Tapar un rostro devela una identidad hecha cuerpo, movimiento, quietud… Lenguajes que nos habitan y suelen callar tras la hegemonía comunicativa del rostro. El cuerpo fluye tras la máscara viva que lo sujeta y obliga a conformar una identidad despojada de rostro. Se mueve, en muchos casos, sin posibilidad de control, guiado por deseos que la máscara infunde.
La primera instancia de trabajo escénico con máscara a la que se han acercado muches de estes actores y actrices es la de la media negra que cubre el rostro anulando toda gestualidad facial. Luego el entrenamiento puede proseguir con el uso de la máscara neutra o de diversas máscaras prototípicas, propias de la antigua comedia dramática. Una de las más mencionadas fue Pantaleone tanto por sus rasgos marcados y determinantes, como por la posibilidad de explorar el/la propio Pantaleone. Aquí se abre el debate sobre la recreación de estos personajes, sobre cómo dejamos que la máscara condicione y habilite un personaje que se forja a partir de una interpretación situada y arraigada de los elementos de la tradición. Aparece entonces, una máscara prototípica que se pone en juego en un contexto de producción contemporáneo y local, ligada a lo más íntimo de quien recrea.
Otro eje del conversatorio fue la idea de la máscara como un artificio que iguala a los sujetos tras la ausencia de un rostro. Esto habilita la exploración y el desarrollo de prácticas que trascienden lo impuesto socialmente para ciertas identidades construidas, a partir de categorías como género, clase social, profesión, edad, entre otras. En relación a esto se mencionaron fiestas populares y folklóricas en las que la máscara se presenta como un elemento liberador de la práctica y, por lo tanto, ligado a una desestructuración caótica.
El entrenamiento de máscara es una técnica de investigación escénica que crece en Córdoba. Se nutre de aportes de escuelas de teatro de otras partes del mundo, aportes que se tensionan entre el mandato y la ruptura. Los laboratorios que trabajan con máscaras, como los coordinados por Valeria, son trincheras que marcan la idea de que la máscara está presente desde el comienzo en todo el recorrido teatral y que es necesario reflexionar críticamente a través del cuerpo y la palabra sobre estos procesos de investigación.