Reseña: Trauma. Trabajo final de Licenciatura en Teatro. Versión libre de 4:48 Psicosis de Sarah Kane. 4 y 5, 11 y 12 de abril 2019, Sala Jorge Díaz, CePIA.
Por Carla Romagnoli (cbromagnoli@gmail.com) Imágenes: Julia Barnes Gormaz (Equipo RDA-CePIA)
El pasado 12 de abril, se llevó a cabo la última función seguida del desmontaje de la obra “Trauma”, un proyecto que nace como investigación en torno a la problemática de la palabra puesta en escena. Al finalizar, se abrió debate con el público asistente.
Como alguien totalmente ajena a la escena teatral en general, me propuse a presenciar la obra Trauma, principalmente atraída por el título y la breve reseña que la acompañaba. En esa simple pero potente palabra de seis letras, en su sonoridad y en su atribuído significado negativo, reside el sentido de toda la obra. Pero vamos por partes.
Un poco pasadas las siete de la tarde, el público asistente vamos ingresando a la Sala Jorge Díaz. Minutos después, la función comienza. No estaba muy segura de qué esperar pero me invadía una sensación inesperadamente excitante por aprender algo nuevo. El ambiente ayudaba, ya que en los primeros minutos la sala estaba casi completamente a oscuras y de fondo se escuchaban ruidos que a mi parecer eran pisadas, el ruido de una puerta al cerrarse…
De repente aparece en escena el -¿o los personajes?- que hablará durante cuarenta minutos… ¿o una hora? Ciertamente no lo sé porque desde el principio hasta el final, la noción del tiempo y de las palabras se fue desdibujando. Es exactamente aquí a donde la obra pretende llegar. O, al menos, plantear algunos interrogantes.
Pienso que la elección de la palabra Trauma para nombrar este proyecto escénico no es casual. El trauma, tal y como podemos encontrar su definición en el diccionario, supone la herida, la marca o huella de algo que alguna vez sucedió de manera violenta en nuestros cuerpos o psiquis –cabe aquí preguntarse si acaso la psiquis, en tanto mente, es una entidad separada del cuerpo-. El trauma, entonces, supone un desequilibrio. Un romper con la supuesta continuidad y orden de las cosas. El ¿monólogo? que llevó a cabo Victoria Vaccalluzzo es una ejemplificación de esto último. Todo el texto que recita es desconcertante, incómodo, digno de una persona ¿o personas? sumida en un completo estado de “locura”, desequilibrada. Por momentos no se sabe muy bien quién está hablando, si es una o muchas personas. La gestualidad, las variaciones en la entonación, los silencios, la iluminación y musicalización, todo eso en conjunto posibilita una expansión del sentido de las palabras. Las abre hacia nuevos significados, las desgarra, las hiere, las traumatiza. Las palabras se hacen cuerpo.
Así, lo que en principio la palabra trauma pueda sugerir –su aspecto negativo- aquí se subvierte porque es en la ruptura del significado donde encontramos otros sentidos. Es en la apertura donde el lenguaje se enriquece y nos permite re pensar(nos) como espectadores; qué es la locura y más ampliamente qué son las palabras, el lenguaje y cómo se relaciona este con el pensamiento e ideas que tenemos del mundo.
Desmontaje. Puesta en común
Siguiendo la propuesta del ciclo Desmontaje -que propone el diálogo entre invitados, referentes, creadores y público en la última función de cada producción escénica radicada en el CePIA- al finalizar la función, se abrió un debate con el equipo responsable de “Trauma”, los asistentes y las invitadas Chacha Alvarado (actriz) y Leti Paz Sena (docente e investigadora de Letras).
De las diferentes posturas y reflexiones que surgieron, rescato una pregunta que el mismo equipo de trabajo propuso: ¿en qué lugar te puso la obra?
Esta pregunta se relaciona directamente con lo expuesto anteriormente. Desde mi lugar como espectadora, la obra me interpeló en muchos niveles que se haría extenso detallarlos a todos, además de que carecerían de interés por ser demasiado autobiográficos. Pero resalto el hecho de que, siendo un lego en lo que respecta al campo de las artes escénicas, aprendí que las palabras cambian totalmente su sentido cuando son traducidas del soporte papel al “soporte-cuerpo”. Y que tanto el teatro contemporáneo como las artes visuales, tienen esta preocupación por pensar a los espectadores como parte activa de sus manifestaciones y no como meros consumidores vacíos de cualquier subjetividad y pensamiento crítico.