Por Leonardo Corzo (Ayudante Alumno CePIA) // Registro fotográfico: Romina Martino
“El objeto más ambiguo del mundo”, avance Nº 2 del colectivo artístico/científico Expedición, sitúa el recorrido del espectador en un bosque, que es también una playa, situada geográficamente en el principio o en el fin del mundo, en la línea de intersección entre el borde sinuoso del todo conocido y un mar infinito de profundidades indefinidas. Resguardadas entre los muros de una de las construcciones históricas más pintorescas del paisaje urbano cordobés, las obras que componen la muestra permanecerán expuestas hasta el 18 de diciembre en el Centro Cultural Casona Municipal.
Daniela Paloque, Manuel Sosa, Mauricio Cerbellera, Paula Roqué, Santiago Viale, Silvana Montechiessi, Gabriela Acha como responsable y Carolina Senmartin como directora del proyecto, nos muestran una instantánea del proceso de exploración que los ha llevado, como grupo, caldo de cultivo de inquietudes e interrogantes en torno al arte, la ciencia y la naturaleza, a realizar una serie de viajes por el interior cordobés encontrando los patrones científicos y las posibilidades artísticas que palpitan en cada objeto.
Bajo un mismo techo, en la esquina entre Av. General Paz y La Rioja, conviven en armonía aparente la sal de la tierra, erguida en escultural esfuerzo alzándose desde el suelo, la solución geométrica de la intersección inversa agarrándose de las paredes, un grupo inmóvil de insectos voladores sin nombre, así como el aroma enfrascado del algarrobo, el mistol y diferentes especies vegetales del monte. Amparados bajo el paraguas de una consigna inmensa, a saber, las posibilidades de la relación entre el arte y la ciencia, los diferentes objetos de la muestra terminan por coexistir sin interactuar entre sí, aislados de la naturaleza que con anterioridad los unía al substrato único de la vida.
Los conceptos y las elucubraciones de grandes pensadores en diferentes campos del arte y la ciencia tejen desde lo alto y a través de finos hilos el aura que recubre y de la cual se nutren las diferentes piezas en exhibición. Paul Valéry, Euclides y Darwin se cuentan entre los maestros que prestan sus reflexiones al cielo conceptual que ilumina las obras. Despejando esta urdimbre de significados, sin embargo, se revela quizás la necesidad de redoblar el impulso al interior de la exploración para profundizar la idea con mayor intensidad. De todos modos, la muestra presentada como avances de un proceso inconcluso refuerza la idea de continuidad que la exposición reclama.
Reconciliación histórica entre cosmovisiones a veces amigas, a veces acérrimas enemigas, las articulaciones, conflictos y enfrentamientos que estas diferentes/o no tanto formas de ver, entender y actuar en el mundo, aún logran incrementar el cúmulo de dudas e incertidumbres insaciables que el hombre construye frente a sí mismo, para observarse frente a ellas, desnudo, como frente a un espejo mutable y en apariencia descompuesto. El espectador, las personas, todos nosotros, somos la ambigüedad hecha carne, y esta se proyecta hacia todas las cosas a través de nuestros ojos.