Villerxs, o cómo preguntar bailando

Reseña: Villerxs. 19, 20, 26 y 27 de abril de 2018. Sala Jorge Díaz, CePIA.
Texto: Henry Mainardi (henry.mainardi@gmail.com)
Fotografías: Muriel Bertolini Moura (Equipo RDA-CePIA)

Los días 19, 20, 26 y 27 de abril se presentó la obra de danza/teatro Villerxs, producción de la Cia Mil Leguas, que aborda la vida de los jóvenes en situación de vulnerabilidad social.

No sabemos lo que hay debajo de la basura de la ciudad. Realmente, yo no sé qué hay debajo de la basura, quiénes son las personas que viven en los territorios que socialmente marginamos, esos que dejamos a merced de la miseria.

Yo no sé quiénes viven en una villa. Nunca entré a una villa. Mi idea es televisiva, un recorte estereotipado y denso que me permite la mediatización. Desde mi condición privilegiada de varón joven, blanco y de clase media veo a lxs bailarinxs de Villerxs y me pregunto:

¿Cuáles son los cuerpos de la marginalidad? ¿Cómo son? ¿Quiénes son?

Todo el recorrido que propone la obra es multisensorial: sonidos, imágenes, texturas, estados y sabores se evocan constantemente y se cruzan. La primera imagen de la obra es terriblemente bella y potente. Una masa amorfa de basura avanza sobre nosotrxs y amenaza con comernos. De la basura emergen los cuerpos. El universo de la basura se va a transformar durante toda la obra, va a armarse y desarmarse como lo hacen lxs obrerxs silenciosxs por la noche.

En la obra dirigida por Magdalena Arnao, bailan Xilenia Carreras, Florencia Mainetti, Pittias Ardizzi y Ignacio Gutierrez. Particularmente los trabajos de  Xilenia y Florencia son arrasadores. Realizan con la técnica un desguace, la ponen al servicio de habitar un cuerpo otro, ajeno. Las veo y pienso que nos estamos preguntando lo mismo, pero ellas intentan responder bailando. Una pregunta que se vuelve inabarcable, que en sí misma es una trampa. Pensar en los cuerpos de la villa es una abstracción que podría correr el riesgo de caricaturizar, de volverse cruel, una reducción cuantitativa. La marginalidad es una abstracción, en cambio los cuerpos en situación de marginalidad son reales, tangibles, singulares.

Entre la basura que llueve aparece el cazador que es voz de macho y metal. El perro que caza los cuerpos como un número en una planilla, sumergido en el ejercicio profesional y cómplice del horror. ¿Qué pasa con cada unx de lxs pibxs que cae en ese campo de guerra? ¿Qué pasa con las múltiples situaciones de violencia a las que están expuestxs diariamente? ¿Qué pasa cuando una de esas personas -una con nombre, vínculos y experiencias- muere en manos del cazador?

La obra no me da respuestas, me hace preguntas. Al finalizar, Magdalena reza que están ahí porque tienen la convicción de que hay cosas que necesitan ser dichas. Yo agrego que hay cosas que necesitamos preguntarnos, porque hay cuerpos que perdemos de vista y que merecen una respuesta.