Poner el cuerpo en palabras

Poner el cuerpo en palabras
"El abrazo". Reflexiones sobre la danza folklórica hoy

Reseña: "El abrazo". Jornadas de Diálogo y Reflexión sobre la danza folklórica hoy
4 y 5 de Septiembre de 2017. Auditorio CePIA

Por Natalia Saraí Saldívar Halac (saldivarnat@gmail.com)
Registro fotográfico: Gabriela San Martín y Muriel Bertolini (Equipo RDA)

Las Jornadas "El abrazo" sobre la danza folklórica hoy, abrieron un espacio poco usual: un espacio para hablar de danza. No sólo para mirar, ni para bailar. Un lugar dónde poner el cuerpo en palabras, para compartir experiencias, proyectos, ritmos. En el primer día de estas jornadas, Geraldine Maurutto planteó una pregunta que fue haciendo eco en busca de respuestas a lo largo de la segunda jornada del martes: ¿qué tan popular es realmente la danza popular? Y de cierta manera ese fue el eje, al que de una forma u otra, cada persona volvía. Las charlas estuvieron atravesadas por reflexiones en torno a la necesaria reapropiación de los espacios, las músicas y los cuerpos a través de la danza, para poder hablar de una danza que sea realmente de todos. Una danza en la entendamos que todo cuerpo puede ser atravesado por la música, que cualquier espacio debería poder ser bailado y que la música folklórica no es la única música popular. 

El cuerpo colectivo: todos podemos bailar

Antes de empezar a hablar, Paula Granero Vadillo nos pide levantarnos de nuestros asientos y respirar, haciendo que el aire atraviese nuestros cuerpos de pies a cabeza. Después nos hace pasarnos una pelota imaginaria, obligándonos así a hacernos conscientes de la gente alrededor, de sus movimientos. Este ejercicio simple es una perfecta introducción para hablar del taller “Telar en Danza”, que Paula dicta en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. El espacio se plantea como un lugar donde encontrar respuestas a través del movimiento del cuerpo colectivo, de la danza con el otro. A través de esa pelota que nos pasamos y que es de todos, como es la danza popular. Paula afirma que bailar es natural y nos pertenece, que todo cuerpo puede hacerlo y esto es algo que nos toca reclamar.

Este reclamo es materializado también por el proyecto de danza inclusiva “Juntando Afectos”, un grupo en el cual todo cuerpo se apropia de eso que parece obvio: su derecho a moverse, a ocupar su lugar con la danza. Personas con movilidad limitada, personas con discapacidades cognitivas, todos bailando, reunidos por sus ganas de estar juntos, de moverse juntos. Sus relatos demuestran lo difícil que a veces puede resultar para un grupo como éste moverse en el ámbito de la danza, los prejuicios, las condiciones. No obstante, escucharlos invita a trabajar para construir una danza que algún día llegue a ser verdaderamente accesible e inclusiva para todos. 

Danzar las fronteras: abordajes interdisciplinarios

Luego tuvo lugar la participación del colectivo “Compost”. Su nombre quiere decir “componer de nuevo” y define ciertamente lo que este grupo busca. Descomponer y recomponer lo que es la danza folklórica, integrándola con nuevas formas estéticas que rompen barreras disciplinares y desafían la danza tradicional. “Compost” propone un espacio donde la danza deja de ser algo separado y se le agregan otras presencias, otras expresiones que la enriquecen y reformulan sus sentidos. Los movimientos de las bailarinas se superponen con los trazos proyectados de una de las integrantes del grupo, que va generando dibujos digitales que atraviesan los cuerpos danzantes, los invaden, los acompañan. Una experiencia visual que integra disciplinas para replantear la danza a través de las nuevas tecnologías, de maneras de expresar que generen formas que no sabemos bien cómo definir pero que en su ambigüedad resultan accesibles, disfrutables para todos. 

La danza en el territorio: barrio, calle y cuerpo

La calle es de todos, así como la danza. El grupo “Guaranza tu Quilombai” ejerce su derecho a transitarla bailando. Con sus cuerpos reclaman el espacio público, se lo apropian, buscan interrumpirlo, para hacer que el transeúnte mire, escuche, disfrute del movimiento, de la búsqueda a través del movimiento. Con sus ritmos habitan las calles, los territorios colectivos, comunes, cordobeses. Y en esta acción de reclamo reflexionan. ¿Cuál es el lugar del cuerpo y la danza hoy? ¿Dónde bailamos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Con quién y para quién? “Guaranza tu Quilombai” es una investigación en proceso, un exploración colectiva abierta al público. Danza guaranga para el quilombo cordobés.

De la misma manera, otro proyecto busca abarcar nuevos territorios a través del movimiento y el ritmo. Para la iniciativa “Circo Danzante”, los barrios son los espacios que reclamar. Lugares con dilemas territoriales, con tensiones fronterizas, con convivencias heridas. Ahí van a bailar. Para volver al inicio, para ocupar los patios con músicas y danzas. Un proyecto en gestión que pide por lo que ya es de todos. Un proyecto muy actual, muy cordobés, que lucha por reapropiarse de espacios y cuerpos en comunidad. Y que también insiste en negarse a negociar esos territorios, en plantarse en lo que es nuestro, resistir el avance de ideas e iniciativas que nos quiten ese derecho de habitar los espacios. Nuestros espacios. 

Lo popular en el escenario

Remontando la historia de los certámenes de danza folklórica en la Argentina, Oscar Arce parece estar abordando un tema ajeno a los demás proyectos presentados en las jornadas, lejos de esas iniciativas populares, anti académicas que se presentaron. Pero mientras nos cuenta cómo se hacían las cosas antes, los lineamientos y la normativa impuesta por tanto tiempo en la danza folklórica, comienza a indagar en el cómo hacer las cosas hoy. En cómo desde este espacio de concurso, que existe y es siempre una opción para los bailarines de folklore, podemos también conquistar terrenos que nos acerquen a la inclusión de más formas, propuestas y sobre todo, personas. Asegura que arriba de los escenarios, entre todas las luces y el vestuario, también hay avances, y los va a seguir habiendo, para que estas instancias de competición retomen de alguna manera la esencia popular de las danzas folklóricas, flexibilizándose sin perder su sentido.

En definitiva, estas Jornadas lograron instaurar preguntas que muchas veces corren silenciosas entre los cuerpos danzantes. Preguntarse en voz alta cómo recuperar la danza popular, cómo abordarla, en qué espacios y con qué intenciones. Interrogantes todos que ayudan a generan una práctica consciente, para que cada vez que bailemos o veamos bailar, estas reflexiones acompañen el movimiento. A lo largo de las charlas quedó claro que lo popular en la danza es algo de lo que hay que apropiarse, algo que activamente debemos tomar y reformular para que así el folklore vuelva a ser como ese lugar en el que nació, como el patio trasero de una casa, en el que todos y todas se junten a danzar sin importar las diferencias. Todas las iniciativas presentadas comparten esa intención: la de (re)construir a través de la danza una identidad colectiva en la que todos los cuerpos se expresen y aporten con sus individualidades. Construir un cuerpo colectivo que se mueva a un ritmo popular, ocupando todos esos territorios que ya son nuestros: la ciudad, la calle, el barrio, y porqué no, el escenario.