Reflexiones en voz alta

Reseña: Producción escénica “Afuera es peor”, 
31 de agosto, 1 y 2 de septiembre, 20hs. Sala Jorge Díaz, CePIA.
Por Rosina Lamberti (rosinitalamberti@gmail.com)
Imágenes: Marco Buontempo (Equipo RDA-CePIA)

Con un texto “achurado por todos lados”, dos actores monstruos y un revelador equipo de colaboradores, Lautaro Jayat puso en escena Afuera es Peor. Se trató de una producción escénica desarrollada en el marco del proyecto Viva el Fracking! y que le valdría como Trabajo Final de la Licenciatura en Teatro de la UNC. Tras la presentación, Lautaro -director, dramaturgo, y responsable del proyecto- se prestó a participar de un diálogo, cuyo propósito principal fue conocer su mirada frente a la obra y su proceso de creación escénica. Un tinte reflexivo baña diversos retazos de relatos de esa experiencia. Retazos que, desparramados en este texto, permiten acercarse al universo de Afuera es Peor.
Recuerdo el inicial desconcierto que me produjo no ver nada teatral en la Sala Jorge Díaz. También me desconcertó el hecho de que la obra fuera representada en el “fondo”, lugar destinado habitualmente para oficiar de depósito de escenografías. Lautaro expresó que a ese espacio, que algunos podrían considerar como marginal o poco conveniente, le “sacaron el jugo”. Como un flechazo supo, al ver el lugar, que tenía que hacerse ahí para generar la atmósfera y efecto que pretendía con la puesta escénica. “Tenía que ser un rincón, tenía que ser un lugar que fuese muy chico”, apunta el director. Además, lo sedujo la materialidad y la acústica de “esa arquitectura brutalista”, junto a la posibilidad de lograr un “confinamiento de los espectadores”, posibilitando “que percibamos de cerca a los actores y experimentemos el hacinamiento que viven los personajes”. Tanto es así, que se empecinó en realizar la puesta allí, con la convicción de que la obra montada en un lugar amplio perdía potencia.El depósito transformado en sala lucía íntimo y teatral. Juego de luces y la ficción comenzó. Lo sucedido parecía un infierno encantador. Lo ofrecido a los ojos era por momentos perturbador. Todo transcurre en una especie de monoambiente, equipado con todo y más de lo necesario para transitar una guerra. Allí habita una pareja encerrada voluntariamente porque afuera ocurre algo extremadamente peligroso y bastante incierto, aparentemente una guerra. La llave del candado que los encierra la tiene el macho, que además es policía y “toma las riendas de lo que sucede”. Manifiesta que hace todo por ella “mi deseo es que vos estés feliz, mi deseo es que vos sientas las cosas de otra forma por más de que yo genere lo contrario”. La relación pende de un hilo, salan y se lamen las heridas. Cada tanto, aparecen esos cariños que prometen amor y aparentan arreglar todos los problemas. Intentan convivir en esa situación extrema, se enfiestan entre vicios y música, la diversión se va tiñendo de oscuridad y perversión. Sofocados por la situación, actúan hasta transformarse -medio en chiste, medio en serio- en los que vivían antes ahí. Nubes de recuerdos huidizos atraviesan la escena, aparece la madre de la chica ahora muerta y el supuesto homicida desaparecido. Llegando al final, todo empeora y la “pendeja” es asfixiada por el hombre policía, quien invadido por la angustia no aguanta más y la mata. Pienso, re pienso y sentipienso en las palabras que dijo Lautaro al dar sala: “Yo dije que lo que ustedes van a ver es un aspecto de nuestra cotidianidad… que ustedes se van a dar cuenta. Queda a cargo de ustedes darse cuenta”.Con la dramaturgia Lautaro buscó retratar una sociedad indeseada, bastante parecida a la actual. Al escribirla imaginó “una distopía, una guerra que era una farsa, quería plasmar un mundo en donde nadie realmente sabía lo que estaba pasando. Está todo hecho mierda, hay un poder opaco que controla todo, y no hay leyes. Las leyes eran un convenio entre ellos, tienen una relación de utilidad para con el otro". Asimismo, su objetivo era también mostrar la manera en que "las personas internalizamos pautas de convivencia vinculadas al patriarcado. En algún punto quería retratar la falta de retrospección para ver cómo es que llegamos a esa situación”. En definitiva, para Jayat, “esta distopía tiene que ver con el progreso natural del neoliberalismo. Es ahora, dentro de un par de años… tranquilamente acá en Córdoba o en cualquier lado”.Lautaro se refirió a los actores de Afuera es Peor como “dos monstruos” que encontraron la forma de apropiarse del proyecto, según expresa “los veía muy duchos en que primara primero la obra”. La actriz Natalia Buyatti y el actor Gabriel Pérez, plantearon problemáticas que los responsabilizan de ciertas modificaciones en la construcción escénica. Jayat les reconoce varios atributos: “sinceros a la hora de expresar cuáles intervenciones creen pertinentes (…); se permitieron transitar momentos de incertidumbre (…); tienen una gran capacidad de imaginar, son muy dóciles en agarrar y satisfacer tus caprichos. Pero al mismo tiempo son muy versátiles, vos propones un mundo para habitar, un mundo poético y lo agarran con muchas ganas”.  El director destaca el trabajo de Buyatti y Pérez, quienes “lograron darse cuenta en qué universo poético habitaban y cómo ponerse en esos lugares, darse cuenta realmente cómo uno se integra en el todo estando desde adentro. Consiguieron traducir consignas muy complejas en acciones concretas”. Iluminación, escenografía y vestuario se pusieron en función del objetivo poético, ayudando a que los personajes “cobren densidad”. El espacio escénico se construyó progresivamente bajo un doble objetivo: generar referencias para el espectador y que sea funcional a la actuación. El lugar debía parecer austero y haber sido habitado desde hace tiempo. Inicialmente emplearon objetos traídos desde la casa de uno de los actores, pero finalmente intervino como escenógrafo Federico Tapia. “Necesitaba simplemente que pusiera un poco de ojo y acomodara (…); él se empezó a copar, y a cerrar el concepto de escenografía, y ver cómo dar cuenta de que la casa era de la madre de la chica… organizaba, probaba, traía y llevaba objetos -muchos de ellos encontrados-, que al ser encontrado parecieran ser de entreguerra”, comenta el director sobre el trabajo de Tapia. Contento con lo logrado reflexiona que, finalmente,  “el espacio le dio mucha contención a las actuaciones, les dio cosas para hacer, eso estuvo muy interesante”. Hacia el final del proceso, intervino la iluminadora Aranzazú Salinero. En conjunto resolvieron trabajar la iluminación desde la improvisación. Acordaron, para ello, trabajar porcentajes bajos de luminosidad, transiciones sutiles, ciertas sensaciones lumínicas y plantearon diferentes momentos en la dramaturgia. Lautaro calificó como “muy raro” el proceso de creación mientras repasaba el camino transitado. Mencionó algunos desatinos en la propuesta vinculados a no delegar, gestionar poco y demorar en tomar decisiones. Por otro lado, hizo referencia a Paco Jiménez -director del proyecto- como un “guía” que detectó y planteó, a través de sus metáforas culinarias, ciertas problemáticas que los atravesaban. También destacó, dentro de este proceso, algunas dinámicas actorales que pusieron en funcionamiento, inquietudes que atendieron y decisiones que se tomaron en el terreno de la investigación y producción. “Ellos me escuchaban, se veían entre ellos, veían que sentían, tomaban nota y hablábamos muchísimo sobre cómo imaginábamos qué sería la obra”. En este trayecto, aparecieron diversas imágenes escénicas que sugerían re escribir la dramaturgia. “Empezamos a achurar el texto… en parte porque redundaba con lo que había, con lo que los cuerpos mostraban… y en parte porque íbamos armando un código (…). Se armó un gran reacomodo, donde perduraron símbolos, y fueron cambiando personajes”. El equipo en conjuntó buscó capitalizar lo que les funcionaba de la primera dramaturgia. Tras ensamblar las escenas que tenían, notaron que lo que habían armado se veía segmentado, contrario a la sensación de continuidad que querían generar en la puesta escénica. Enfrentaron esa problemática indagando en cómo habilitar a los actores a interpretar varios personajes. Es decir, “que el espectador lo asimile y justifique con algo que pasara en la obra, y que no quedara como una ocurrencia sobre la ocurrencia (…), simplemente pensando que, como es teatro, se puede”. En esta dinámica, Lautaro plantea al respecto: “encontré como mecanismo, por así decirlo, como dispositivo, modalidad, o juego (…), que si uno quiere lograr verosimilitud, tiene que ver cómo se asume la situación y cómo la situación genera el sustrato para que ese juego actoral se dé”. En definitiva, Afuera es Peor fue resuelta mediante “el juego de ellos, jugando a ser otro que después se instalaba”. Un personaje parodia a otro, de repente la parodia se vuelve tan seria que deja de ser parodia. Pensando en voz alta, Lautaro habló sobre la labor de dirigir a los actores: “en la dirección y en la actuación se establece una relación pedagógica muy rara, porque a medida que te vas conociendo es que te entienden, se arma un código común. Como director tenés que hacer entender cuál es la idea de la obra, y cuál es la poética que están trabajando. Y también tenés que aprender cómo están formados y cómo son esos actores, para ver desde qué lugar y con qué estrategia poder intervenir en el grupo para que ellos entiendan qué querés y mediante qué lograrlo”. Por otro lado, advirtió sobre el riesgo de que todo esto fracase, si “trabajas con tu ego en vez de trabajar realmente con lo que tiene para ofrecer el actor”.Sin dudas, Afuera es peor es una obra que se nutrió de lo ofrecido por los actores. Quienes enriquecieron y enaltecieron el texto con sus consistentes actuaciones. El grupo liderado por Jayat enfrentó una investigación enfocada en lo actoral, cuyo hilo conductor fue abordar diversos personajes por un mismo intérprete. Utilizaron diferentes lenguajes escénicos para construir un espacio que contuviera a la obra. El cual atrapaba a los espectadores con sus texturas y desafiaba a los actores con sus objetos. Construyeron una obra que presenta escenas punzantes, en donde la historia que se cuenta toca de cerca a los espectadores. Interpelándonos en una época en que el abuso, la violencia, la desesperación es moneda corriente.